Titulada en 2008 de Pedagogía en Artes Plásticas en la Facultad de Arte, la profesional actualmente cursa un doctorado en Sciences de l’éducation en la Universidad París Descartes, Francia.
Tras culminar sus estudios de Pedagogía en Artes Plásticas en la Facultad de Arte de la Universidad de Playa Ancha en 2008, Virginia Benítez Berríos siguiendo su espíritu luchador y libertario no se conformó con que su formación académica terminara ahí. Por tal razón, decidió postular a la Beca Asistentes de Español –financiada por el Mineduc, el CNCA y la Embajada de Francia), reconocimiento que le permitió viajar a Francia a principios de 2009.
Su experiencia en Europa comenzó como asistente de español por ocho meses en un liceo de la región de La Picardie, tras lo cual optó por quedarse en el Viejo Continente desempeñándose como “fille au pair” (cuidadora de niños) mientras era aceptada por la Universidad de París 8 para estudiar Licenciatura en Arte, enseñanza que luego complementó con un Master en Art Contemporain et Nouveaux Medias y otro en Mediation Art et Public.
De origen sencillo y de una familia de clase trabajadora santiaguina, la profesional de 31 años se considera una apasionada por la pintura desde niña y reconoce que la práctica artística es una herramienta emancipadora que le ha permitido expresar sus sentimientos, buscar otras oportunidades en el extranjero, comunicarse y desarrollarse como una persona autónoma.
“Creo que esto se debe principalmente a que mis padres me enseñaron a no conformarme nunca, y siempre me inculcaron que no importaban los recursos, que lograría lo que quisiera. La clave estaba en que tenía que ser firme y consecuente con lo que sentía y lo que pensaba”, argumentó Virginia Benítez.
-¿Cómo calificaría esta experiencia en el extranjero?
“Maravillosa. Estos seis años en Francia me han hecho crecer y madurar enormemente. Ese tiempo me ha dado la capacidad de decidir qué es lo que quiero hacer de mi vida y dónde quiero estar, de poder pararme aquí y en la ‘quebrá del ají’. Académicamente he crecido una enormidad y he podido estudiar lo que me gusta y desarrollarme profesionalmente trabajando como profesora para la educación nacional, que me ha permitido conocer a fondo el sistema educacional francés.
He viajado por más de 25 países conociendo culturas y paisajes que jamás en la vida pensé conocer; cuando me detengo a recordar pienso que soy una afortunada de la vida. De eso me dí cuenta cuando viajé a Indonesia y el capitán del barco me confesó que ha trasladado a muchos turistas y cada uno con una historia en particular, pero que la mía era la que más lo impresionaba por el hecho de venir de Chile, de una familia de obreros, por ser profesora y por estar viviendo ahora en París. En ese momento me percaté de lo que tenía y comencé a valorarlo. No es suerte, no creo en eso, ni tampoco creo que sea especial ni tenga más capacidades intelectuales que los demás. Esto ha sido solo el fruto del trabajo constante. Creo que si me hubiese quedado en Chile por miedo a lo incierto, no habría tenido ni el 10 por ciento de las experiencias que he ganado en estos años”.
-¿Ha sido difícil su estada en Francia?
“Pienso que estudiar y vivir en París no es difícil, lo difícil es ser constante y en los momentos complicados mantenerse fuerte. Cuando llegué no conocía a nadie, no sabía el idioma y los primeros meses fueron en invierno, así que el inicio fue solitario. Con el tiempo empecé a conocer a más personas, pero igual ha sido duro porque vivir en París es como estar en una máquina. Si no te adaptas a la máquina te quedas atrás, esto porque siempre tienes que estar justificando los estudios para que te renueven la visa para poder trabajar y costear tus gastos.
Además, el hecho de estar lejos de tu familia no es fácil de llevar y comienzas a crear amistades que se terminan prontamente, porque acá la mayoría de los estudiantes están de paso, entonces uno renueva los vínculos afectivos constantemente”.
-¿Qué es lo positivo de estar en París?
“La parte positiva es tener la oportunidad de estudiar en un país que te entrega una educación gratuita y que te brinda seguridad social. Por ejemplo, si tienes dificultad económica para pagar tu arriendo el Estado te ayuda con una parte.
Por otro lado, está el acceso a las manifestaciones culturales, a los grandes museos y teatros, a la música, danza, exposiciones, instalaciones, arte callejero, cine, etc. Además, de la gran arquitectura que se complementa con la historia, hay una cantidad de parques bellísimos. El cuidado y el respeto que se tiene por el patrimonio cultural es muy importante. También está el tema de la diversidad cultural que es enorme, siempre estás rodeado de personas de todo el mundo y de diferentes culturas”.
-Cuando regrese, ¿cuál sería su manera de traspasar los conocimientos adquiridos?
“Me encantaría trabajar en alguna universidad, ojala pública. También me gustaría seguir con la investigación; me gustaría mucho ocuparme de la parte cultural de alguna municipalidad desarrollando dispositivos de mediación cultural. Esto, con el fin de promover el acceso a las manifestaciones culturales, y así fomentar la participación en los sectores populares. Pienso que el desarrollo de la educación artística y cultural son dimensiones fundamentales en la formación integral de las personas. Creo que es importante impulsar la participación en diferentes actividades culturales con el propósito de que las personas puedan desarrollarse como seres autónomos, y así sean capaces de decir lo que piensan y ser partícipes de decisiones que les afectan como actores sociales”.
-¿Cuál es su conclusión respecto a su especialización en el extranjero?
“Han sido años de mucho trabajo, ha sido difícil pero muy enriquecedor. He adquirido mucha experiencia en cuanto a educación artística, dispositivos de mediación cultural y diferentes metodologías de educación, como el sistema educativo francés.
Además, el tema de la constante interacción cultural con las diferentes costumbres, creencias, religiones te hace una persona mucho más sensible, tolerante, menos prejuiciosa, más respetuosa con la individualidad y diferencia de cada ser humano, hecho clave para aprender a convivir en armonía y pacíficamente.
Todas estas experiencias, desde las más grandes a las más pequeñas, han sido importantes y han contribuido a mi desarrollo profesional y personal. Gracias a esto, creo que cada vez estoy más convencida de lo que quiero hacer en un futuro. En realidad estas vivencias me han servido para tener las herramientas necesarias y ser consecuente con lo que creo y con lo que quiero aportar a Chile”.
Formación UPLA
-¿Cómo calificaría los años que estuvo en la UPLA?
“Fue un tiempo maravilloso donde conocí personas increíbles. Durante cinco años (2004-2008) me pasaron un montón de anécdotas, lo más importante que viví fue haber hecho grandes amigos que al final eran como tu familia. Recuerdo con tanto cariño a profesores que me apoyaron y me siguen apoyando en lo que les pido, como por ejemplo el exdecano de la Facultad de Arte, Alberto Teichelmann, que hasta el día de hoy está ahí cuando necesito algo y me alienta para que siga estudiando en París. De hecho, fue él quien se contactó con el director de la Cité Universitaire, que es la residencia de estudiantes más importante de París, para que me dieran un cupo y poder vivir tranquila. Porque poder tener un cupo en la Cité universitaire es muy difícil.
También está Soledad Surjan, exdirectora del Departamento de Educación, quien fue un gran apoyo aconsejándome en los momentos de mayor dificultad; ella para mí -más allá de verla como profesora- es una gran amiga. Personas como Marlén Castillo que me ayuda permanentemente con mis trámites académicos, etc. Me considero muy afortunada por haberme encontrado con personas así en la universidad, porque no conozco a nadie que haya pasado por otras instituciones que me digan algo parecido”.
-¿Cuál es la diferencia entre las universidades francesas con la UPLA?
“Para empezar la educación en Francia es gratis y tienes seguridad social. Las universidades son más teóricas, en cambio la UPLA es más práctica. Sin embargo, no se experimenta ese ambiente libre, de compañerismo y más afectuoso. Acá las personas son más individualistas y es difícil generar lazos fuertes con tus compañeros”.
-Estando en el extranjero, ¿cómo calificarías la enseñanza de la UPLA?
“Bueno, cada universidad tiene un enfoque distinto, ya sea en Chile o en el extranjero. Por ejemplo, la UPLA en cuanto a la enseñanza artística y sus materias se concentra más en la pedagogía, en resolver problemas que tienen que ver con el sistema educativo, aplicación de los planes y programas. En ese sentido la UPLA es bien exigente, lo que encuentro que está bien para quien quiere desarrollar el lado de la pedagogía. Por ese lado, para mí la UPLA fue la base de lo que estoy haciendo y estudiando ahora. En cuanto a la práctica artística, la UPLA tiene muy buenas materias y muy buenos talleres. Sin embargo, respecto al desarrollo del arte contemporáneo y nuevas corrientes, he aprendido mucho más acá”.
-¿Qué mensaje le daría a los jóvenes que quieran viajar a estudiar en otros países?
“Mi mensaje se lo daría exclusivamente a aquellos que desean estudiar en el extranjero, pero que no tienen recursos y piensan que no se puede. Les diría que no es imposible, lo más importante es que confíen en sus capacidades, ser perseverantes, luchar por lo que quieren contra viento y marea, ‘tirarse a la piscina’ y avanzar sin miedo. Creo que las personas que son valientes y fuertes son a las que se les presentan mayores dificultades en la vida, pero después las recompensas y las satisfacciones son enormes, y vale la pena intentarlo. Al final siempre hay una lucecita que a una la protege, hay que confiar en eso.
En mi caso, no tenía ninguna posibilidad de salir a estudiar al extranjero. No tenía dinero y aún no terminaba mi carrera. La mayoría de las personas me decían que era casi imposible. En el camino se me presentaron muchas trabas como para desistir, pero mi terquedad era mayor y mi deseo de salir de Chile, viajar y estudiar era tan grande que nada me detuvo para seguir intentándolo, y lo logré”.