Posted on 9 Mar 2020

Por Giulio Ferretto Salinas, director del Departamento de Artes Escénicas de la Facultad de Arte de la Universidad de Playa Ancha.

Giulio Ferretto Salinas

La noticia del fallecimiento de Alejandro Sieveking Campano (85), acaecida este 5 de marzo en Santiago, recorrió y golpeó fuertemente a la dramaturgia chilena y a las escuelas de teatro del país. El motivo: Sieveking es considerado uno de los grandes dramaturgos del teatro chileno del último tiempo, reconocimiento que lo llevó a obtener el Premio Nacional de Artes de la Representación en 2017.

Su partida se lleva a un grande. Se lleva a un gran maestro, a un gran hombre de teatro y a un gran escritor. Alejandro Sieveking fue una persona que marcó a muchas generaciones en el teatro chileno. Un hombre talentosísimo, que también se vinculó al cine ocupando roles de actor y escritor de obras como La remolienda, Tres tristes tigres y Ánimas de día claro, entre otras.

Estoy un poco afectado, porque tuve la oportunidad de conocerlo hace dos años a propósito del proyecto Fondart “La ciudad como dramaturgia exhumada. Antología teatral porteña 1869-2019” que realizamos con las profesoras Verónica Sentis y Lorena Saavedra.

Cuando se hizo el lanzamiento de la investigación (septiembre de 2019), él fue uno de nuestros invitados estelares a comentar lo realizado y a exponer su obra “La madre de los conejos” que forma parte de este dedicado trabajo. Traerlo a la UPLA nos permitió conocer a un ser humano muy generoso, tranquilo y muy dedicado a vivir con y dentro del teatro todo el tiempo.

Llegamos hasta él en un momento muy duro que le tocó vivir, cuando se hizo cargo con todo su amor de su pareja Bélgica Castro, en ese entonces de 97 años. Tengo un hermoso y precioso recuerdo de Alejandro por habernos recibido y por compartir sus grandes experiencias de vida y teatrales.

Son situaciones que hoy recuerdo y que se quedarán para siempre en mi mente, porque además de ser un prestigioso dramaturgo, reconocido y admirado por muchas generaciones de actores y actrices, también era identificado en todo el medio de habla hispana. Razones, me atrevo a decir, que no permitirán olvidarlo tan fácilmente.

Él representa y representará la memoria viva. Aunque haya desaparecido físicamente estará siempre presente en sus textos, en las escuelas de teatro y en los montajes. Queda su memoria, su escritura, su vida, su presencia, su archivo, sus personajes, su obra, su tiempo, su imagen.

Por lo tanto, mi memoria reciente es también una forma de memoria prospectiva porque me proyecta un tiempo de agradecimiento, de bienestar personal porque pude conocer su creación, su trabajo y tuve la oportunidad de traerlo a la escuela de teatro de la UPLA. Creo que fue un regalo para la universidad, para los estudiantes, para los académicos y para todos los que componemos el Departamento de Artes Escénicas de la Facultad de Arte.