El historiador José de Nordenflycht (49) ha sido testigo privilegiado de cómo han sido los 16 años de Valparaíso como Patrimonio de la Humanidad. Expresidente de Icomos, exsecretario del Consejo de Monumentos y profesor titular de la Universidad de Playa Ancha, analiza la situación actual en un nuevo aniversario de esta declaratoria.
-¿Qué ha sido lo bueno de esta declaratoria para Valparaíso?
“Lo primero tiene que ver con la capacidad de aprendizaje que hemos tenido, tanto desde el sector político como del académico, con lo que yo llamo instancias fácticas de la ciudad, los actores que la movilizan económica y productivamente. Un hito en este esfuerzo por ponerse de acuerdo fue la discusión por el mall Barón, un punto de inflexión que es importante no porque la ciudadanía haya derrotado al mercado, sino más bien porque hubo un convencimiento del Estado y de todos los actores, en base a los hechos, de que la condición de Patrimonio Mundial podía estar en entredicho con la construcción de esta obra, aun cuando el proyecto estaba fuera del área Unesco. En ese largo proceso de discusión, que duró 10 años, pesó la opinión del comité de Patrimonio Mundial. Finalmente, el uso comercial de ese lugar se desestimó y ahora el mismo Gobierno que promovió el tema abrirá ese espacio para darle un uso público, con una inversión sectorial desde el Minvu y con un concurso que está por hacerse. Para lograrlo, todos tuvimos que sentarnos a la mesa a negociar, con la presión de que esta condición de Patrimonio Mundial no se podía desconocer”.
-Esa discusión incluyó informes muy contundentes que el Estado encargó a la Unesco, alertando de los riesgos de aprobar este proyecto y el T2. ¿Esa fue una instancia clave?
“El informe lo hizo el arquitecto colombiano Juan Luis Isaza y era un estudio de impacto patrimonial; una novedad absoluta en Chile, porque estamos muy acostumbrados al estudio de impacto ambiental pero no al de impacto patrimonial, porque tampoco está en nuestra ley. Son situaciones técnicas inéditas, abstractas para mucha gente, pero que dan resultados concretos y en el caso del borde costero significó desestimar su destino comercial”.
-¿Y cuál es el otro hito?
“Lo segundo es que hay una inversión sectorial precisa y de mucho dinero a través de la División de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas para la recuperación de los ascensores. Puede parecer algo muy pequeño en el mar de cosas que necesita la ciudad, pero no tenemos que olvidar que los ascensores son parte del valor universal excepcional de Valparaíso, una de las cosas que lo define como Patrimonio Mundial y uno de los atributos destacados por la Unesco; si los dejamos morir existe el riesgo de entrar en la listas de peligro”.
-¿Qué es lo que aún está pendiente y falta mejorar?
“Decir que Valparaíso es maravilloso, único e irrepetible no es solo un discurso florido; eso en concreto constituye su mayor potencial económico y es monopolio de sí mismo. Además es un bien público, de un valor indivisible, sistémico y no excluyente, pertenece a todos, no solo a algunos. Otra cosa importante que no se ha entendido es la sostenibilidad, que está muy instalada en el discurso ambientalista y en el patrimonio natural, pero que acá debería aplicarse de la misma forma porque son bienes intergeneracionales”.
-¿Qué problemas acarrea no entenderlo así?
“Esto deriva en problemas fácticos, concretos y administrativos. Claramente la administración local, en este caso el municipio, no tiene liderazgo respecto del rol que le cabe en la Convención de Patrimonio Mundial, donde se dice claramente que los Estados son los responsables, pero al interior del Estado tiene que haber un administrador del sitio de Patrimonio Mundial. Al no ocurrir esto, el municipio está bloqueando por omisión una función que es clave en el contexto de los compromisos con esta convención y con la Unesco”.
-¿Esa falta de liderazgo ha sido transversal o puntual de alguna administración?
“Desde el punto de vista político partidista, las administraciones municipales transversalmente no han asumido un liderazgo respecto de este rol de administrador de sitio y eso es muy negativo porque finalmente la interlocución, que debería estar presente en las personas, en la ciudadanía, no llega. Por eso, si le preguntas a una persona en la avenida Pedro Montt qué impacto tiene la condición de Patrimonio Mundial, te van a quedar mirando con cara de sorpresa porque no les impacta. Es muy importante que la administración local se encargue de esto, o como se ha especulado también y se ha puesto sobre la mesa exista otra figura de administración del sitio que sea mixta, o por medio de una corporación o lo que sea, pero donde el municipio tenga un liderazgo. Para esto no se necesitan enormes cantidades de recursos ni muchos funcionarios; el tema es cómo se conduce la política pública al interior del municipio. Lamentablemente, ahí la palabra patrimonio brilla por su ausencia y eso es malo”.
-Pero hoy existe una unidad de patrimonio dentro del municipio.
“Sí, hay una unidad de patrimonio que por oficio existe, pero sin protagonismo. Finalmente, todas las gestiones que se han hecho tienen que ver con el Estado central y con sus organismos sectoriales. Un ejemplo es el tema de los ascensores: el MOP invirtió muchos recursos en ellos, el Gobierno Regional se los compró a los privados y los entregó en administración al municipio, pero ellos no tienen la capacidad técnica para hacerse cargo, entonces probablemente en 10 o 20 años más volvamos a hablar de su recuperación”.
-¿Qué responsabilidad le cabe al sector académico en esta falta de entendimiento de lo que significa ser ciudad patrimonial?
“Hay un mea culpa desde el sector académico, y es que en todos estos años no se ha generado una suficiente atención respecto a aumentar el conocimiento que hay sobre los atributos que permitieron que Valparaíso se instalara en la lista de Patrimonio Mundial. No existe un libro que uno diga aquí está la historia de Valparaíso en 300 páginas, y eso es gravísimo. Acá tenemos historiadores, premios nacionales, y nadie se ha puesto a hacer una cosa tan sencilla como esa. Para qué decir sobre la necesidad de tener un museo de la ciudad. Se está hablando sobre la posibilidad de hacer acuarios, pero el valor de Valparaíso no es natural, es cultural. No tenemos en el horizonte a alguien que diga ‘hagamos un equivalente al museo histórico de Valparaíso’, y eso es lamentable sobre todo considerando que esta es la ciudad más histórica de Chile. ¿Dónde van, entonces, los turistas que quieren saber la historia de la ciudad? ¿Dónde queda la propia historia de Valparaíso? No hay una carta arqueológica de Valparaíso, por ejemplo. Hace unos años, en una excavación al lado del Congreso, se descubrió un Valparaíso diaguita, ¿a dónde va a parar toda esa tremenda colección?”.
Por Natalia Ramos Rojas, ilustración Franco Nieri. Publicada en la página 12 de la edición Nº 263 de “Viernes”, la revista de La Segunda, 12 de julio de 2019.